¿Qué es esto?

Ante todo, escribimos por vanidad; no por gusto, sino por ocio, porque no tentemos nada que hacer. Se escribe porque se quiere creer que se hace algo, pero de antemano sabemos que eso es sólo una mentira. Así como algunos aportan dinero, injusticias, felicidad, placer, Dasein aporta "tontería, ociosidad y vanidad".

domingo, 17 de abril de 2011

Hibridez, clase media y libertad. Desde Rancière hasta la Tigresa del Oriente

Por: Cristian de Jesús Acosta.

I

Lo que queda después de leer a Rancière es esa sensación de que ahora, en la era política posterior a la guerra fría, no queda política. O bueno, para no parecer que he malinterpretado a este filósofo francés, lo que parece haber quedado ahora es una post-política, lo que él ha sabido llamar post-democracia (Sé que ahora la RAE dice que no se puede utilizar el guión (-), pero a mí me gusta: lo siento, puristas). Claro, sin duda, para Rancière no se puede hablar de post-democracia sin antes tener claro que es la democracia; este autor reconoce a la democracia principalmente como un modo de hacer política (no un régimen) en el cual lo más relevante es la capacidad de representación del demos, del pueblo, que no tiene un significado per se, sino que, en términos de Laclau, es un “significante vacío”, una palabra sin un significado el cual simplemente es llenado por quien desee apropiárselo, esto en una intención meramente “hegemonizante”. Por supuesto, lo que se quiere decir acá es que en la democracia, el pueblo existe simplemente porque alguien (un partido, un político, una facción, etc.) quiere darle un nombre, atribuirle unos valores, que a la larga no son objetivos, solo que pretenden ser objetivos: acá radica el carácter representativo del demos. Puede ser apropiado por todos pero al final no significa nada en sí mismo.

En ese sentido creo que no puede haber muchas discusiones. El pueblo termina siendo la característica fundamental para legitimar la mayoría de regímenes políticos en el mundo. Incluso, intervenciones militares internacionales. El demos internacionalmente es el “caballito de batalla” de ciertos valores que cada día parecen hegemonizarse. Eso a nivel internacional; sin embargo, volviendo a Rancière, a nivel local estamos llegando a concebir la democracia desde una posición consensual: la post-democracia. ¿A qué se refiere este autor con esto de democracia consensual? Es una “democracia” donde no hay demos como tal, sino una sociedad dividida por una falta de consenso, por una falta de tolerancia, porque sus participantes no han hecho un análisis racional de sus necesidades y prioridades. En últimas, la sociedad no se divide ya más que a razón de la ausencia de un Öffenlichkeit, un espacio de la opinión pública en términos de J. Habermas. Esto no es un fin de los tiempos; es, simplemente, para el filósofo francés, que no hay un manejo político de la política en términos de la lucha por el poder, ya no refleja la representación de una parte con pretensiones “universalizantes” del demos; para Rancière, la política actual es apolítica en términos de no representar a nadie. Para los representantes de la post-democracia ya no hay una multiplicidad al interior de pueblo, no hay clases; la única preocupación que demuestran tener los representantes de esta post-democracia es la mostrarse capaces de gestionar eficientemente los recursos públicos: la lógica económica.

Slavoj Zizek, en En defensa de la intolerancia, recalca cómo en este momento en los países desarrollados hay una despolitización de la política para darle paso a una economización de la misma, donde lo único que importa (como también lo menciona Rancière en el texto “Democracia y post-democracia”) es el manejo “justo” de los recursos, de los impuestos recaudados. Los principios programáticos de los partidos tradicionales se rompen para darle paso a nuevos partidos (a los famosos Catch all) que prometen de lo mismo que una famosa campaña electoral de reelección del alcalde de São Paulo: Roba, pero hace.

Volviendo a las características de la Democracia de Rancière, al parecer son la democracia y el pueblo los dos significantes que más intentan ser representados en la contienda política; según Rancière, esta representación de la democracia le daba (por lo menos) un participación (una invocación) a los excluidos, le daba representación a los irrepresentables, a los sin nombre. Ahora, la post-democracia se ha encargado de afirmar que todos somos representados en sus gobiernos; no hay divisiones que no puedan ser arregladas por medio del dialogo, del consenso. Sin embargo, esto no es más que la exclusión de los excluidos, incluidos paradójicamente en un todo sin sentido. Por lo tanto, acá podemos ver un encubrimiento sorprendente de la libertad neoliberal: todos somos parte del todo, libres de decir nuestra “no-libertad”, ya que si lo único que importa es el eficiente management de los recursos, solo importa la sociedad como conglomerado de agentes económicos que tienden a ser racionales.

Pero no vayamos tan allá. ¿Qué consecuencias trae ese consenso en las “democracias” actuales? Para Rancière, la respuesta es clara: intolerancia y un odio “pre-político”. No hay una percepción del otro políticamente hablando, no como “contradicción” en términos hegelianos” sino como némesis, como enemigo irreconciliable. Este filósofo no pudo haber puesto el mejor ejemplo de esta problemática consensual: los inmigrantes en Francia, anteriormente, no se les reconocía como inmigrantes, sino como obreros, trabajadores extrajeros, pero ahora, con la institucionalización del otro como agente externo, el odio pre-político y la intolerancia se viven en la percepción francesa con mayor fuerza. Vuelve y juega: no nos vayamos tan allá. La post-democracia (y el post-socialismo que menciona Zizek también está permeado por esto) no permite en su discurso un dialogo y una lucha entre agentes políticos: ahora todos somos agentes racionales y por lo tanto, económicos: Homo œconomicus. Es el fin del animal político. Reitero por segunda vez, no quiero que vayamos tan lejos.

II

Hace poco encontré en la internet una de las bloggeras más famosas del mundo. Yoani Sánchez, bloggera residente en La Habana, es mundialmente famosa por su Blog “Genración Y”, el cual intenta mostrarnos una Cuba donde el Estado ha logrado entrar hasta en el más mínimo detalle de la vida de sus compatriotas isleños privándoles de su libertad (¿libertad para qué?). Sí, en sus distintos escritos se puede evidenciar una reivindicación a la Libertad, a la necesidad de tomar decisiones autónomamente, sin necesidad de pedirle permiso a la burocracia estatal: lo que sería para Yoani, una libertad verdaderamente libre. Libertad…

Sobre la Libertad, Zizek hizo referencia a un caso de la Rusia bolchevique de los 20. En una reunión parlamentaria, los mencheviques habían dicho a Lenin que tenían la libertad de hacer una crítica abierta al gobierno instaurado en la revolución del 17, a lo que Lenin respondió afirmativamente: tienen libertad para criticarnos, pero nosotros tenemos la libertad de fusilarlos. En este caso, Lenin nos muestra lo mismo que hemos venido hablando anteriormente: la Libertad no deja de ser otro significante vacío. Yoani y Fidel tienen una percepción diferente de lo que es verdaderamente libertad, dos percepciones que a través de la política moderna han tenido un gran recorrido.

Pero, ya está bueno de hablar de significantes y significados. ¿Cómo se representa la libertad de la post-democracia en nuestros países, en el subdesarrollo? Pongamos de ejemplo a Colombia. Juan Manuel Santos, que según los medios de comunicación es presidente más “querido” del continente, en su discurso de posesión se refirió a su gobierno como el de la “reconciliación nacional”, de unión nacional: un gobierno que se ha llamado a sí mismo como de la “Tercera Vía”; modelo propuesto por A. Giddens al gobierno de T. Blair, quien colaboró con Santos en la elaboración de un libro sobre estos postulados. Santos, a diferencia de Turbay y Barco, que también hablaron de ser gobiernos de paz y de reconciliación, llega al poder con una movilización social casi aniquilada, donde los actores más “combativos” están desarmados, amenzados y con todos sus procesos destruidos: así es muy fácil reconciliar, llegar al consenso. La “Tercera Vía” de Santos llega como una forma post-democrática al afirmar que en Colombia ha llegado la hora de reconciliarnos, de darnos cuenta que todos somos todos, de que ya no deben haber diferencias de derecha y de izquierda: este gobierno es (por fin) un gobierno de todos.

Por supuesto, esta es la “Tercera vía”: mantener lo viejo bajo la apariencia de ser algo nuevo. En este sentido, los viejos intereses siguen vigentes al mismo tiempo que las antiguas disputas se van desvaneciendo de la esfera de lo político. Obviamente, no puede faltar la percepción optimista frente a la ley de restitución de tierras, a la reforma a la justicia, entre otros performances del gobierno Santos. En el fondo se sabe que las estructuras terratenientes, por ejemplo, del Córdoba, nunca van a cambiar desde las “artificios” gubernamentales. Pero un momento…no vayamos tan al detalle tampoco. Volviendo (una y otra vez) a la descripción que hace Rancière sobre la post-democracia, es claro que la “Tercera Vía” de Santos (vía que, como ya he dicho, se parece bastante a la calle 26 bogotana) no es la radiografía de democracia consensual a la que el filósofo francés hacía referencia. Obviamente, para Rancière el proceso de la post-democracia existe efectivamente como una “etapa” posterior a la democrática; es decir, que la post-democracia viene después de la democracia.

La post-democracia de Rancière, al impedir la “representación” de los excluidos, logra revivir la intolerancia y el odio, ambos pre-políticos. En este sentido cabe preguntarse: ¿ha habido alguna vez un “significante vacío” para los excluidos colombianos? ¿Ha existido alguna vez un significante que nos agrupe como un demos con pretensiones hegemónicas? En esta conceptualización de Rancière, y teniendo en cuenta el termino de Laclau, en Colombia nunca ha existido un término que nos logre agrupar, masificar, en nación: nunca ha existido el demos en Colombia; ni siquiera un intento. Como decía un amigo historiador: esta pretensión de construir la masa en Colombia fue sepultada el 9 de abril de 1948, en el centro de Bogotá, al lado de un Mc Donald’s.

En efecto, la ausencia de una fuerza populista en Colombia todavía la seguiremos pagando (y otros, sin duda, la seguirán disfrutando). Pero no nos pongamos contra-fácticos, ni mucho menos nostálgicos o metafísicos. En ese intento de poner la post-democracia de Rancière en el gobierno de “Tercera Vía” de Santos, ¿dónde queda el odio pre-político? Es decir, ¿Si la falta de “representación” del demos, en vez de llevarnos al consenso nos lleva a la intolerancia, a la percepción del otro como némesis? ¿Esto cómo se evidencia en la actualidad colombiana? Al parecer, esto no es muestra más que de nuestra hibridez. Al igual que N. Canclini, quien determinó los valores culturales latinoamericanos como mediados por la hibridez de temporalidades (un entrelazamiento entre modernidad, pre-modernidad y post-modernidad), también podríamos hablar de esta misma hibridez de términos netamente políticos y sociales.

En lo que respecta a lo político en Colombia, Santos se muestra a sí mismo como el representante de la “third way” post-democrática donde no hay atomización en la sociedad; al mismo tiempo y lugar, el odio pre-político parece mantenerse: no hay una percepción del otro en términos de contrincante-contradictor, sino más bien como enemigo y némesis, y por lo tanto, las discrepancias pueden solucionarse solamente en el campo de la eliminación física, (“me lo lleva él o me lo llevo yo” – citado repetidas veces por el sacro santo Oscar Mejía); y en la mitad, en la mediocridad, la modernidad a medias, las instituciones configuradas y creadas desde una visión hipostasiada de la realidad: la “ensoñación” como fuente de derecho. Modernidad, post-modernidad y pre-modernidad políticas, que al final de cuentas, no sólo influye en la reproducción material de la sociedad de la Colombie, sino que además reproduce indiscriminada sus valores, una especie de “derramamiento” de la hibridez por todo el cuerpo social.

III

No he podido quitarme la idea de la cabeza de que andamos muy mal a causa de esta hibridez. Sin embargo, la hibridez de las temporalidades no me ha parecido suficiente para determinar el comportamiento político de la sociedad latinoamericana. Pero bueno, no soy un intelectual para determinar o para describir. Sólo quiero pensar un poco más en la actual clase media. Un momento ¿Por qué entra la clase media en todo este embrollo?

En repetidas ocasiones he sostenido en conversaciones no-intelectuales mi preocupación sobre lo que he llamado, parafraseando la terminología de Canclini, hibridez de clase, patrocinada desde la concepción post-democrática del fin de la clase social como clasificación identitaria dentro de la sociedad; la hibridez de valores que se reproducen en la sociedad latinoamericana parece tender a eso: la inexistencia de burguesías con intereses realmente nacionales, lo que nos permitiría más bien hablar de oligarquías locales (no aristocracias, nunca aristocracias) que andan maniatadas a los procesos mundiales de acumulación; y al otro extremo, las clases empobrecidas excluidas de la riqueza que ella mismas producen, e incluso, alejadas de ser nombradas como excluidas. En este panorama: ¿nos quedan solamente unas clases medias que tienden a ser reaccionarias?

Lo desolador de esta cuestión sin duda es sentirse en esa clase media que termina siempre legitimando y obedeciendo los deseos de una burguesía mediocre, sin la característica transformadora que alguna vez Marx le otorgó a esta clase. Como si esto fuera poco, además de esa hibridez temporal, es esta clase media, literalmente en la mitad, se reciben y reproducen valores (estéticos y políticos, sobre todo) que le llegan de todas los niveles socio-económicos. La hibridez de clase la configura jalando a esta clase media a una inmovilidad en términos de transformación del statu quo. No se equivocaba el profesor que alguna vez me dijo que la clase media es la más repugnante de todas: quiere explotar y ser explotada a como dé lugar.

Pero no se puede tampoco permanecer ahí sentado, afirmando que la clase media es reaccionaria por naturaleza, que nada puede provenir de ese espacio mediocre de la sociedad. Creo que es hora de pensar más a fondo el panorama que tenemos al frente: la burguesía latinoamericana se destaca por su falta preocupación por los intereses de sus propios pueblos (por su mediocridad), y al mismo tiempo las clases populares ya no toman de una manera sería su auto-reconocimiento con una parte del demos con pretensiones de transformar en el ámbito político (la construcción de poder popular sin la negación –Aufhebung– del pueblo de su condición misma, y por lo tanto, de la superación de sus precariedades). La burguesía latinoamericana y los procesos populares, sin decir que no tengan partes con pretensiones transformadoras (no de resistencia), parecen no encontrar la manera de cuestionar estructuralmente al statu quo.

¿Vendrá esta fuerza de la clase media? ¿Es hora de formular un papel trasformador para eliminar los elementos más reaccionarios de esta clase?… hay que pensar cómo hacerla no-mediocre en medio del medio.

Apéndice

Estoy consciente de que el hecho de proponer que la fuerza transformadora de la sociedad pueda provenir de la clase media suena incluso más ridículo que esperar la revolución de las masas en el siglo XXI. Una revolución verdaderamente revolucionaria, como decía Huxley. Reitero: la burguesía latinoamericana es bien mediocre y cipaya, para utilizar conceptos de comunicado de Anncol. En Colombia, creo, vemos todavía en los procesos políticos esa falta de la representación (así sea ficticia) de los excluidos, un odio pre-polítco que se ha mantenido por décadas, y una modernidad que siempre esperamos que llegue: la constitución de 1991 es el ejemplo de esta hibridez temporal y cultural. La hibridez de clase, como dije anteriormente, me preocupa en tanto es esta la que más impide la movilización transformadora de la clase media.

En este contexto: ¿por qué seguir reproduciendo más mentiras liberales? Nuestra “vanguardia” intelectual sigue hablando de esos mismos fetiches. Pareciera que nuestros elatos intelectuales quisieran radicalizar la “tercera vía” en la práctica, mientras sus libros son consumidos por polillas que se nutren de utopías. Un momento: no podemos ser posmodernos. Que eso quede claro. No podemos por la simple razón de no estar sometidos a una sola temporalidad; más bien, estamos entre diversas temporalidades, de todos los territorios, en todos los tiempos, y por eso no estamos en nada. Reconocemos en cambio, que ahora estamos en un no-lugar (espacio común, tan común como señalar algunas cosas de “espacios comunes”).

No me vayan a malinterpretar, mis querido Elatos (sí con e mayúscula, como Ego). No soy posmoderno, eso acá en estas tierras no se da. No estamos en nada, pero no estamos felices. No estamos conformes. Si la libertad es ser realistas, hacer lo imposible, es hora de dejar las mentiras liberales y las utopías desde la frustración. Pensemos en cómo hacer desde nuestra inconformidad, al negarnos erigir nuevos ídolos (incluso, como auto-crítica, los que nacen en la búsqueda por un nuevo agente revolucionario, como la clase media, la burguesía, la multitud, etc.); nos negamos aceptar los viejos fetiches, repudiamos las mentiras elatas: es hora de pensar en construir lo imposible, en términos de libertad, en términos de Zizek: cambiar las coordenadas de referencia.

Es hora de un amanecer. Queremos, como decía un compañero, el cantar de un gallo. A lo Tigresa del Oriente: es hora de un nuevo amanecer.